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    Luces, baile y multitud: La Paz celebró su Navidad

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    Éxito Noticias, 14 de diciembre 2025.- Desde temprano, la ciudad parecía intuir que algo distinto iba a ocurrir. No era una tarde cualquiera de diciembre: el aire estaba cargado de risas anticipadas, de niños con gorros rojos apretando globos, de comerciantes que miraban la avenida como si fuera un escenario a punto de encenderse. Y cuando el Desfile Navideño comenzó a descender desde la Cervecería, La Paz se dejó arrastrar por esa corriente luminosa que cada año transforma sus calles en un territorio de fiesta.

    El alcalde Iván Arias fue el encargado de inaugurar la jornada, pero no lo hizo desde la distancia ni con discursos largos. Apenas dio inicio al desfile, bajó por la avenida Montes, cruzó la Mariscal Santa Cruz y continuó por la 16 de Julio bailando, saludando, estrechando manos, respondiendo a los llamados que brotaban desde las aceras. Su caminar no era lineal: se detenía, giraba, sonreía, se dejaba llevar por la música y por el afecto de una multitud que ya comenzaba a abarrotar cada metro disponible.

    A esa hora de la tarde, el desfile era un cuerpo vivo. Desde las 14.30, las Cebritas marcaron el pulso con su show ininterrumpido, extendido hasta bien entrada la noche. Sus coreografías y mensajes de convivencia iban tejiendo un hilo que unía a familias enteras: padres cargando a sus hijos sobre los hombros, abuelas aplaudiendo desde las graderías improvisadas, adolescentes grabando cada instante con sus celulares.

    Cuando el Alcalde llegó al palco, acompañado por su familia y otras autoridades, se tomó un momento para mirar. Y lo que vio fue una sucesión de escenas que parecían salidas de un libro ilustrado: grupos disfrazados con temáticas diversas, carros alegóricos cuidadosamente decorados, personajes navideños que iban desde los clásicos hasta los inesperados. Allí, la Navidad no era uniforme; era múltiple, creativa, profundamente paceña.

    El desfile avanzó y los momentos memorables se fueron acumulando. Colegas llegados desde Serbia entrevistaron al Alcalde en medio del bullicio, sorprendidos por la magnitud del evento. Más adelante, la Tuna Compostelana entonó “Los peces en el río” y, entre guitarras y panderetas, Iván Arias se sumó al canto, fundiendo la tradición universitaria española con el fervor popular de la ciudad.

    A medida que la tarde se convertía en noche, la avenida estaba completamente abarrotada. Entre carros alegóricos y comparsas, los protagonistas inesperados fueron los canes. Entró el club de perros salchicha, arrancando risas y aplausos; luego un grupo compuesto únicamente por schnauzer, todos prolijamente acompañados por sus dueños.

    Más adelante, la Hilandería Illimani hizo su ingreso con otra raza de perros —difícil de identificar en medio de la emoción— mientras sus integrantes regalaban bollos de lana al público, un gesto sencillo que conectó oficio, tradición y fiesta. Después llegaron los imponentes San Bernardos, confirmando que, esa tarde, los perros también tenían su lugar en la Navidad paceña.

    El burgomaestre no fue un espectador pasivo. Bailó con el club de cocker, se dejó llevar entre risas y música, celebró cada ingreso como si fuera el primero. Turboman apareció entre aplausos y gritos, aportando un toque inesperado al desfile.

    En un momento, Arias tomó el micrófono y habló a la ciudad desde el corazón mismo de la fiesta: recordó que esa era la fiesta de la familia, la fiesta de los paceños; agradeció a quienes seguían la transmisión por Facebook y por todas las redes del Gobierno Municipal, y presentó al grupo de capoeira que irrumpió con saltos, giros y energía contagiosa.

    El tiempo comenzó a diluirse. Durante más de 45 minutos, la primera autoridad de la ciudad no dejó de sacarse fotografías. Subía, bajaba, regresaba, avanzaba unos metros y volvía a detenerse. Personas mayores, niños, mujeres y hombres querían inmortalizar ese momento. El recorrido era largo y exigente, pero el contacto con la gente parecía inagotable.

    Entre la multitud, una escena se impuso con fuerza: un hombre sin piernas avanzó manejando una motocicleta adaptada. El Alcalde se acercó, lo felicitó, le habló de valentía y perseverancia. El aplauso fue espontáneo y prolongado. La Navidad, esa tarde, también fue un espacio para el reconocimiento y la admiración.

    Siguieron entrando ballets como el de Chela Urquidi y Bolivia Danza, aportando disciplina, color y elegancia. Y entonces apareció el tráiler de la Alcaldía: un gigante luminoso avanzando por la zona Montes–Uruguay, con pantallas LED laterales que proclamaban a La Paz como Capital Iberoamericana de las Culturas, el logo del Bicentenario brillando en la parte posterior y la música envolviendo todo. Encima, la banda Way Now Big Bang animaba sin pausa, marcando el ritmo del cierre.

    Detrás del tráiler, el Alcalde descendió una vez más. Ya no iba a subir. Ahora bailaba con los niños, con los padres de familia, con quienes caminaban detrás del carro alegórico. Había Grinchs traviesos, duendes incansables, niños disfrazados de renos, angelitos y gnomos. Era la parte final del recorrido, el tramo más cercano, donde la autoridad se diluye y queda el vecino, el bailarín, el ciudadano más.

    Así, entre luces, música, perros, bailes y abrazos, La Paz vivió su Desfile Navideño. No fue solo un evento: fue una postal viva de una ciudad que, por unas horas, decidió caminar junta, celebrar junta y recordarse, en medio del ruido y la alegría, que la Navidad también se construye en la calle.

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