Éxito Noticias, 6 de julio 2025.- Las jornadas de descongestionamiento llevaron a jueces de capital y provincias a trasladarse hasta Palmasola. De acuerdo con los primeros reportes, al menos dos centenas pudieron salir en libertar tras la revisión de sus respectivos casos
Temblorosos, con las manos entrelazadas y la mirada fija en la jueza, dos reclusos aguardaban su turno en la sala improvisada de audiencias dentro de la cárcel de Palmasola. La escena se desarrolló durante las jornadas de descongestionamiento judicial que se extendieron durante seis días consecutivos. La espera no fue larga, pero sí angustiante. Hasta que la jueza Vivian Balcázar, del Juzgado de Instrucción Penal Anticorrupción levantó la vista y anunció la libertad.
Ambos hombres, Demetrio Menacho Heredia y Cristian Tórrez Sánchez, formaron parte del grupo de 200 internos que fueron beneficiados con medidas alternativas a la detención, según lo estipulado por la normativa vigente. Apenas escucharon la decisión judicial, agacharon la cabeza, se cubrieron el rostro con las manos y dejaron escapar lágrimas de alivio. Coincidieron en que el tiempo tras las rejas fue la experiencia más dura de sus vidas, pero también la que les enseñó a valorar lo que antes daban por sentado: la libertad, la familia y la fe.
La jueza Balcázar, tras revisar sus expedientes, constató que ambos se encontraban en detención preventiva —es decir, sin sentencia— por el delito de robo de cables. En su análisis, resolvió aplicarles la pena mínima establecida y otorgarles la suspensión condicional de la condena, lo que permitió la emisión inmediata de sus mandamientos de libertad.
“Aquí aprendí a valorar la vida”. Demetrio Menacho Heredia, visiblemente emocionado, relató entre lágrimas: “Mi familia sufre allá afuera. Mi esposa está enferma y cuida a mis hijos sola. Yo soy el sustento de mi casa. Aquí uno sufre, pero allá, afuera, el sufrimiento es peor. No pueden venir a verme porque no hay plata ni para comer. Mis hijos estudian y necesitan atención”. La jueza, al escucharlo, le aseguró que tendría una nueva oportunidad. “Quiero volver a casa, estar con los míos, ayudar en todo. Nunca en mis 48 años viví algo así. Aquí aprendí a valorar la vida. Sufrí mucho por estar lejos de mi familia. Lo más duro ya pasó. Mi relación con Dios se fortaleció; muchos aquí se pierden en el vicio. En los días de frío dormíamos abrazados, porque ni colchas había”, confesó.
Por su parte, Cristian Tórrez Sánchez compartió una reflexión similar. “Aquí he aprendido muchas cosas. Lo que uno no valora afuera, aquí aprende a valorarlo. Aquí uno se acerca a Dios. Aprendí a compartir hasta un plato de comida. Fue una experiencia muy dura, pero se puede salir adelante con fe. Le doy gracias a Dios, porque nunca me abandonó. Él es quien me está dando esta oportunidad de volver con mi familia. Aquí dentro se sufre mucho. Hay frío, enfermedad, hambre. Si no tienes visitas, no tienes nada. Por eso digo: mejor no hagan nada malo. Es muy fácil entrar, pero muy difícil salir”. Tras recibir sus mandamientos de libertad, ambos se dirigieron a sus respectivos pabellones, recogieron sus pertenencias y se despidieron de los compañeros que dejaron atrás, listos para reencontrarse con sus hogares.
Más de 200 internos recuperan su libertad. Las jornadas de descongestionamiento llevaron a jueces de capital y provincias a trasladarse hasta Palmasola. De acuerdo con los primeros reportes, al menos 200 reclusos fueron beneficiados con distintas medidas de libertad, aunque se prevé que el número crezca en los próximos días, ya que varios casos están sujetos a la entrega de requisitos para concretarse.
Palmasola es el penal más poblado del país, con 9.600 internos. De ellos, 9.000 son hombres y 600 mujeres. En el pabellón conocido como PC-4, o régimen abierto, viven alrededor de 6.000 personas; el resto permanece en sectores de mayor seguridad, incluyendo pabellones para reclusos con enfermedades. El área femenina también alberga a 600 mujeres, muchas de ellas con hijos pequeños a su cuidado.
Según los registros penitenciarios, los delitos más frecuentes son violencia familiar, robo, estafa y narcotráfico. A pesar de los esfuerzos por agilizar los procesos judiciales y reducir el hacinamiento, la sobrepoblación continúa.
Gracias a Dios por esta libertad. Antes de salir, Cristian Torrez pidió un mensaje al público: “A quienes están afuera, les pido que no cometan errores. La cárcel no es un lugar. Aquí se pasa hambre, frío, enfermedad. Hay quienes no reciben visitas, no tienen ropa, ni zapatos. Si alguien puede donar, que lo haga. La mayoría aquí sufre”.
Al final, tanto Menacho como Torrez se marcharon sin rencores, con la esperanza de una vida nueva y el compromiso de no volver a ese infierno. La libertad, aunque tardía, les dio otra oportunidad para volver a empezar.
Fuente: El Deber