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    “Cuerpo Mariposa”: Una investigación revela cómo las adolescentes diputan, temen y reinventan su propia imagen

    Éxito Noticias, 12 de agosto 2025.- La adolescencia es un territorio donde el cuerpo se vuelve escenario y mensaje. Así lo muestra Adolescencia, Tiempo del Cuerpo Mariposa, investigación de la psicóloga y socióloga Susana Aillón Soria, que indaga sobre las representaciones sociales del cuerpo en adolescentes mujeres y cómo esas imágenes moldean emociones, decisiones y vínculos. El estudio rastrea un mapa complejo donde conviven presiones de belleza, silencios heredados y, a la vez, brotes de rebeldía y búsquedas de libertad.

    El texto fue presentado este jueves 31 de julio en el Instituto de Investigación y Posgrado P. Juan Pablo Zabala Tórrez sdb. de la Universidad Salesiana de Bolivia (USB), institución que tiene un convenio firmado con la Fundación La Paz, gestora de la investigación, con quien comparte el proyecto del Consultorio Jurídico.

    El “cuerpo perfecto”, sostiene la investigación, funciona como eje. Las jóvenes lo nombran y persiguen bajo la consigna “Flaquita”, síntesis de un ideal que fragmenta la silueta en partes para ser miradas, medidas y evaluadas. “El cuerpo deviene en fragmentos”, explica Aillón, y esa fragmentación abre paso a la cosificación: la persona queda desplazada por la imagen. El costo psíquico de no encajar, describe la autora, se traduce en culpa, sufrimiento y prácticas de autoflagelación. Sin embargo, en medio de la presión aparece un germen de insumisión. “Depende de ti” emerge como contra–mandato: la posibilidad de cuestionar la belleza única y abrir otras formas de habitarse.

    La investigación registra, además, un hallazgo inquietante: para muchas, el cuerpo propio aún es “desconocido”. La relación “Sola y calladita” resume ese aprendizaje temprano que reprime nombrar sensaciones, deseos y placeres. Es un cuerpo velado, señala Aillón, donde la dimensión de-sí-para-sí queda oculta bajo reglas que se instalaron desde la infancia. De ese silenciamiento derivan emociones como vergüenza y miedo; al mismo tiempo, comienzan a asomar gestos de apropiación: tatuajes, piercings, tintes, ropa que escribe sobre la piel una identidad en construcción.

    La calle y los entornos cotidianos operan como vitrinas y riesgos. El cognema “Acoso” traduce la experiencia de ser mirada, comentada, tocada sin consentimiento: un “cuerpo-ocupado”. Frente a esa violencia, el “Miedo” condiciona salidas y hábitos; de ahí que “Me quedo en casa” aparezca como estrategia de autoprotección y también como llamado de atención a una sociedad que todavía limita el ejercicio pleno de derechos. “Hay un sujeto que decide sobre nuestro cuerpo”, recuerdan las categorías que recupera la autora.

    En contraste, los vínculos entre pares se revelan como refugio y motor. “Amiga”, “Es parte de mí” y “Me ayuda” condensan una experiencia casi simbiótica: en la conversación entre homólogas, las adolescentes nombran, contrastan y reorganizan lo que sienten. La familia y el grupo de amigos, por su parte, funcionan como campos de disputa: “Felicidad”, “Desconfianza” y “Te lastiman” conviven en un sistema que cambia lento, donde la función materna y paterna ensayan nuevas posiciones.

    El nuevo escenario digital acelera transformaciones. En pantallas y redes, las jóvenes se miran y proyectan, pero también ensayan desplazamientos identitarios. Allí toman fuerza “Aceptarme como soy – Cada una tiene su estilo – Ser única”: triada que anuncia cuerpo en libertad y una identidad genérica más flexible. “Parecerme un poco a mamá” convive con “Independiente”, señal de herencias que se reescriben.

    Aillón propone leer el “Cuerpo Mariposa” como tránsito entre múltiples figuras: perfecto, fragmentado, en rebeldía, ocupado, desconocido, silenciado, que nace, objeto, en libertad y confinado. Qué forma predomine dependerá de cada biografía, pero todas comparten un rasgo: el cuerpo produce subjetividad y funda el modo de estar en el mundo. Al develar que es en la adolescencia donde el patriarcado termina de convertir al sujeto mujer en objeto, la autora devuelve la escena a quienes la habitan. Y en esa revelación hay ya un gesto político: abrir “un resquicio de libertad plena” para que cada joven pueda, por fin, decirse y decidirse.

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